Los mayas, al igual que los demás pueblos mesoamericanos, expresan un profundo interés por la muerte, el cual puedes observar en sus manifestaciones artísticas durante distintas épocas.
Para los mayas de antaño y los actuales, los muertos tienen vida, por lo tanto sus espíritus tienen necesidad del sustento tanto como los vivos. Por esta razón les preparan los guisos que solían disfrutar en vida, para mantenerse con energía durante su trayecto desde el más allá. A lo anterior se agrega la festividad católica de Todos los Santos y la liturgia de los Fieles Difuntos, ambas con una larga tradición que se fusionó con el cristianismo introducido por los españoles, dando como resultado la práctica sincrética del Hanal Pixán.
El Hanal Pixán, Día de Muertos o Época de Finados, además de ser una de las prácticas más íntimas de las familias en la Península de Yucatán, tiene la virtud de congregar a la mayor cantidad de sus integrantes.
Es una época de retornos: los vivos, que por diversas causas se ausentaron del tronco familiar, regresan para participar en los preparativos de la celebración. Vuelven las almas de los seres queridos a compartir los alimentos que les ofrecen con cariño, entonces, vivos y muertos se reúnen nuevamente. Y así, de familia en familia, de una generación a otra, esta milenaria tradición se continúa manteniendo a través de los siglos.
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